Si la posverdad tiene un tono alarmante, intenta imaginar un mundo repleto de ciencia falsa (increíblemente difícil de distinguir de la real).
Según una presentación en DEF CON, realizada por Motherboard, eso parece el argumento de una divertida sátira de Sacha Baron Cohen si no fuese un asunto serio, ya que la ciencia falsa ya está entre nosotros.
Parece que miles de científicos y empresas de todo el mundo quieren aumentar su credibilidad publicando investigaciones y, unos editores abusivos están dispuestos a realizarlo por una pequeña tarifa.
Después de analizar 175.000 artículos publicados en “predatory journals”, los periodistas Svea Eckert, Till Krause, y el co-fundador de Online Privacy Foundation Chris Sumner, encontraron cientos de estudios de académicos de universidades punteras así como otros patrocinados por empresas farmacéuticas y tabacaleras.
No se trata de publicar por vanidad, sino que, tras estudiar las dos principales webs en el sector, descubrieron decenas de falsos documentos científicos, incluidos 15.000 de la India y 13.000 cuyo origen estaba en EEUU.
En la última década, solo estos sitios recibieron 162 documentos de Stanford, 153 de Yale, 96 de Columbia y 94 de Harvard.
Parece que hay varios temas al mismo tiempo en esas webs. Algunos académicos pueden estar pagando a estos sitios para que mencionen sus artículos, que posiblemente no pasarían una revisión estricta, para mejorar así su reputación.
Eso son malas noticias: si un documento científico no ha pasado una revisión completa, hacer que parezca que si lo ha hecho, es una falacia, independientemente del motivo.
También hay algunos estudios que son totalmente ficticios, un tipo de mejora de currículo usado para mejorar en el trabajo o ganar fama.
Al testear el sistema, los investigadores enviaron un estudio falso que fue publicado sin preguntas.
Las empresas que publican estos artículos también organizan falsas conferencias para ganar más respetabilidad, como la que encuentran los investigadores al presentar sus falsos documentos científicos, en una falsa conferencia de dos horas, como una de las miles organizadas un solo editor al año.
Un momento importante sucedió en 2016 cuando el FTC en EEUU presentó cargos contra una de estas empresas por falsedad, el OMICS Group. La hoja de cargos es dura:
OMICS no dice a los investigadores que deben pagar una tarifa hasta que acepten la publicación de un artículo, y a menudo no dejan que los académicos retiren un estudio que hayan enviado, por lo que no pueden publicarlo en otro sitio.
Esto sugiere que algunos de los científicos que han cooperado con esta empresa fueron ingenuos y les atrajeron con promesas de publicar fácilmente.
El argumento en contra del “predatory publishing” es que es una forma de polución científica que debe ser limpiada antes de que haga un daño real.
Como nos han enseñado las fake news, el riesgo no es solo que algunas personas estén confusas con lo que es la ciencia real y lo que no lo es, sino que también que comiencen a dudar de fuentes legítimas.
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