¿Has visto alguna vez Toy Story 3? ¿Te acuerdas cuando Buzz, Woody y sus amigos casi mueren incinerados?
Esa cinta transportadora de muerte de plástico va a dar la bienvenida a un nuevo “juguete”: Alemania ha prohibido los relojes inteligentes para niños, definiéndolos como dispositivos de espionaje ilegales.
El regulador de las telecomunicaciones de ese país dijo este lunes que esos dispositivos, dirigidos a niños entre 5 y 12 años, permite a usuarios espiar en las conversaciones y la localización de quienes lo usan, algo que está prohibido en Alemania.
El regulador ha dicho que los padres deben destruirlos, y les recomienda que conserven una prueba de que lo han hecho.
Para los padres que duden en lo que se considera una prueba, el regulador les dirige a una página web con instrucciones para obtener un certificado de destrucción de una empresa de tratamiento de residuos, que se le puede pedir a quien compre, venda, importe, distribuya o posea alguno de los dispositivos prohibidos.
Así que los smartwatches se unen a la muñeca conectada a Internet My Friend Cayla, que también ha sido prohibida en Alemania así como el mandato de su destrucción para los padres.
My Friend Cayla disponía de una cámara y un chip de inteligencia artificial que interpretaba las emociones de los niños, por lo que también fue declarado como un aparato de espionaje ilegal que los padres debían destruir.
Jochen Homann, presidente del regulador de las telecomunicaciones alemán, afirma que los padres estaban realizando una especie de espionaje a lo NSA con los smartwaches de sus hijos, llegando a detectar casos en los que fueron empleados para espiar a sus profesores mientras daban clases.
Dado que estos smartwatches disponen de una tarjeta SIM con una limitada función de telefonía con la que pueden espiar los alrededores de los niños, están avisando especialmente a las escuelas para que sean conscientes de lo que se puede hacer con ellos.
Ken Munro, un experto en seguridad de Pen Test Partners, declaró a la BBC que este puede ser un punto crucial para el Internet de las cosas y los dispositivos que se venden pese a ser preocupantemente peligrosos.
Los smartwatches de los niños permiten a los padres comunicarse con sus hijos y ver lo que hacen. Pero según un informe noruego de octubre de 2017, esa funcionalidad no se limita a sus padres.
Las vulnerabilidades de algunos modelos permitían que un extraño pudiera tomar control del reloj, de manera que podían escuchar lo que dijeran, enviarles mensajes como si fueran sus padres, usar la cámara para sacar fotos, monitorizar los movimientos de los niños o hacer creer que se encontraban en otro sitio.
El regulador alemán no ha dicho nada sobre ese informe. Parece que es suficiente lo que ellos han detectado.
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